Por Christopher Luna y Rafael Villegas
El término música gitana resulta atractivo, exótico. Evoca imágenes, sonidos y, sobre todo, estilos de vida llenos de a riqueza del nomadismo histórico del que ha sido sujeto el pueblo denominado cigani, bandgar, romani y manush, entre muchas otras designaciones hechas en una variedad de regiones. El paso del pueblo gitano por Persia en el siglo III, Grecia en el XI, y luego su dispersión por Asia, Europa e incluso América del Sur, hasta su concentración en Europa central y oriental, explica la complejidad que se percibe en su música.
El verdadero origen de este pueblo permanece aún sin resolver; cuando se trata de rastrearlo la ciencia y el mito contribuyen al halo de misterio. Están las teorías que lo ubican proveniente de tierras egipcias, donde, a causa de su negativa para hospedar a la Virgen María, sería expulsado y condenado por una especie de maldición a rondar por el planeta sin un destino fijo. Se le ha ubicado también como procedente de Persia, Turquía, Hungría y el Cáucaso. Cada teoría ha encontrado a lo largo del tiempo seguidores y detractores, pero parece ser que la más aceptada al interior de la comunidad científica lo ubica como oriundo de la India.
Grellman analizó a numerosos grupos de gitanos alemanes, transilvanos y húngaros, encontrando en su lenguaje numerosas palabras indostanas. Esta similitud y la observación de ciertos rasgos en la fisonomía del pueblo gitano contribuyeron a la sustentabilidad de esta última teoría.
Gran parte del redescubrimiento de la música gitana se lo debemos al film Latcho Drom (Francia, 1993), en el cual el director Tony Gatlif documenta los ires y venires de los Romo (gitanos) en un cruce de estilos visuales que lo mismo podrá estar influenciado por National Geographic que por la estética del videoclip musical propia de MTV. Apoyándose fundamentalmente en la música y sin usar diálogos, Gatlif se remonta a la partida de los gitanos desde el norte de lndia hasta Europa y el resto del mundo, sin olvidar en su historia la concentración de los gitanos en la Segunda Guerra mundial en campos como Auschwitz. La banda sonora de la película incluye música gitana de diferentes regiones: India, Egipto, Turquía, Rumania, Hungría, Francia España, y entre los grupos que ahora son más reconocidos podemos encontrar a Taraf de Haidouks y a Hasam Yarim.
Hay controversia en torno al designar la música que tocan los gitanos como música gitana. La razón es clara: ¿hasta qué punto una música es de propia de la región, por ejemplo, de los campos de Rumania, o de los gitanos, quienes llegan a intercambiar su música con la del lugar? Resulta la interrogante de si es propicio llamarle música folclórica, ya sea rumana, húngara o eslava, entre otras, o música gitana.
De cualquier modo, lo que resulta importante es la riqueza del intercambio musical que se da en el vaivén de caravanas de gente de insólita apariencia y exótica indumentaria. Y es que este intercambio fue acentuado por el sistema social de Europa central y oriental de los siglos en los que se concentró allí el pueblo gitano. “Entre los siglos XIV y XVII (…) una característica de la cultura feudal de la región consistía en la diversidad étnica y en los contactos activos con los pueblos y las culturas de las regiones situadas al este de la línea formada por el río Bug y los montes Cárpatos, a veces con las de Asia así como las de Europa occidental”. Tal contacto se puede escuchar claramente en la música gitana, con una variedad de elementos que indican una depurada asimilación de la música oriental y la música occidental.
Una aldea gitana no puede ser concebida sin su música, infaltable en los acontecimientos sociales de relevancia como las bodas, bautizos y funerales. A pesar de ser música popular o folclórica transmitida a través de los siglos por la tradición oral, contiene una variedad de elementos de un elevado orden melódico, rítmico e interpretativo que captó la atención de importantes compositores y musicólogos del siglo XX. Las melodías que pueden escucharse se construyen sobre escalas musicales más complejas que las típicamente occidentales, por ejemplo, escalas de 8 sonidos en lugar de los 7 habituales de nuestra música.
Y qué decir del virtuosismo en la interpretación de las vertiginosas melodías de esta música, que generalmente se construyen sobre patrones rítmicos irregulares -mientras que en la música popular occidental estamos acostumbrados a cuentas rítmicas sencillas como la del compás de 3/4 (el típico compás del vals, por ejemplo), la música gitana de las regiones de Rumania, Eslovaquia o Hungría maneja compases de 7/8, 5/8 y otras cuentas que resultan mucho más difíciles de llevar. Cabe mencionar que este tipo de cuentas son características de la música de vanguardia occidental de la primera mitad del siglo XX.
Fuente: http://www.uia.mx/actividades/nuestracom/05/nc153/8.html
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