Por Cineclub CCAN-AISPAZ
Paradise Now es la primera película palestina nominada al Oscar. Compitió en la categoría de mejor film en idioma extranjero y no ganó, pero sí puede decirse con convicción que su sola nominación fue un triunfo en sí mismo. Hany Abu-Assad, su director, es un palestino nacido en Nazaret, Israel. El film cuenta 27 horas en la vida de dos muchachos palestinos, muy amigos, a partir del momento en que les avisan que al día siguiente van a realizar un ataque suicida en Tel Aviv. A pesar de lo perentorio del argumento, la película no tiene el tono moralista o panfletario que podría esperarse. Son dos muchachos comunes, mecánicos de profesión, y cuando se les asigna la misión no se les ahoga un grito ni se les cae una lágrima, no hay contrición ni drama. Es algo que tienen que hacer y lo van a hacer, con toda naturalidad.
Las razones de “Morir matando”“El suicidio es una cosa horrible. Necesitas muchas razones para cometerlo, e incontables elementos deben intervenir para tomar esa decisión. Donde quiera que vayas, nada funciona. Quieres tener la esperanza de que tus líderes hagan algo, pero no hacen nada. Quieres tener la esperanza de que la comunidad mundial haga algo contra los crímenes de la ocupación, pero nada hacen. Todo lo que intentas te conduce a la desesperación…”. “La humillación cotidiana es tan grande que la gente acepta hacerlo (convertirse en terroristas suicidas). La mayor motivación es el sentimiento de impotencia. Eres prisionero en tu propia ciudad, no puedes hace nada al respecto, no eres nada”. (Hany Abu-Assad)
Paradise Now es un film rabioso, tupido, contundente y turbulento. la película persigue, con la paciencia precisa y calculada del reloj ctivado en un artefacto terrorista, clamar contra la encolerizada realidad que sacude a toda esa franja de Oriente Medio. Para ello, cumple con considerable arrojo la osada intención de instalarse en elojo de ese huracán. Hany Abu-Assad, disecciona e indaga con verosímil minuciosidad en el comportamiento de dos seres humanos durante las horas anteriores a su cita con la masacre. No toma partido jamás por tan cruento designio, puesto que la perspectiva desplegada los persigue con astuta reserva, blandiendo un esmerado y valioso alarde de ecuanimidad demostrativa. A Paradise Now no la cercena, no la neutraliza, ningún tipo de condena apriorística. Hany Abu-Assad no reprueba nunca la violencia con la que están dispuestos a actuar Saïd y Khaled. No le hace falta. Tal reprobaciónva implícita en la ausencia de maniqueísmo con la que aborda su historia.Le interesa mucho más el análisis sereno de la cotidianeidad última que respiran esos dos ultraconvencidos fieles de la barbarie.Sobrecoge, por ejemplo, asistir a la tensa, callada, presentida de fatalidad, postrera cena de ambos en sus respectivos hogares: ninguno debe contar los fatales propósitos del día siguiente. O a los rituales de purificación con que se preparan para el atentado, como si fuera una boda, durante los cuales la película no puede evitar momentos de un humor oscuro y sutil: el suicida graba un video donde se despide de su familia y hace una fuerte invocación de fe. Durante la grabación de este video, Khaled interrumpe su testamento para pasarle a su madre un dato perfectamente doméstico: cierta tienda donde puede conseguir mejores precios para comprar una garrafa. Otros miembros de la organización, mientras tanto, contemplan la grabación detrás de la cámara y comen unos sándwiches. Uno de los grandes protagonistas del film es el silencio, que resulta atronador en los momentos más tensos de la historia. A cierta altura del relato la cámara cambia a Tel Aviv, y el golpe visual es posiblemente el momento más violento y el más político del film. Venimos de un pueblo de tierra seca, donde todo es viejo, pobre o está roto, y Tel Aviv es como Miami, rascacielos de cristal, veredas anchas, carteles gigantescos y playas de primer mundo que multiplican el sol...
Guión y estilo.Con un tratamiento que intenta rozar la objetividad, lo queen ocasiones le aproxima al cine documental, la película desgrana todos y cada uno de los interrogantes que se plantean al profano en la materia e intenta ahondar en las razones que motivan a dos jóvenes a entregar su vida por defender un ideal. Los puntos de vista desde los que se realiza el planteamiento abarcan todas y cada una de las posturas que al respecto puede tener la sociedad palestina, a saber, el de los propios suicidas, sus familias, los responsables encargados de diseñar los ataques, o una mujer que mantiene posiciones más ecuánimes al respecto. Las conclusiones que pueden extraerse son muy variadas, por lo que la película, con acierto, no se posiciona respeto al problema y mantiene una respetable equidistancia digna de elogio. Para ello, y para recuperar el realismo perdido en los documentales alejados concienzudamente de la raíz del problema, el director rueda el film en 35 milímetros y en lazona de Cisjordania, lo que le supuso un verdadero calvario (cada día tenían que parar de filmar al estar en zona de fuego cruzado y seis técnicos alemanes abandonaron el rodaje, entre otras dificultades), pero también lo que dio como resultado una imagenlejos del movimiento, la rapidez, o la mala calidad justificable para ciertos géneros, componiendo, de esta manera, una verdadera historia con principio y fin, con personajes creíbles y con localizaciones reales tanto interiores como exteriores.Con fondo abrumador, se ha optado por una fotografía sencilla y cercana, de campos desaliñados, calles llenas de escombros y casas más que humildes que retratan muy acertadamente la realidad cotidiana, pues no hace más que acercarse a esa realidad.Estamos ante un film situado lejos de la grandilocuencia, que cuida tanto la historia como la estética y que no intenta buscar justificaciones a los hechos pero sí causas de los mismos.Suha. Ella es la joven que regresa a Nablus. Ella es quien nos introduce a los personajes y a la acción principal. Resulta muy eficaz la mirada que su llegada permite: las dificultades para cruzar los puestos de control israelíes, la visión de esas enormes hileras humanas desplazándose, su sorpresa ante las explosiones imprevistas, sirven para describir el conflicto física, territorialmente. Su perspectiva de ausente casi es la misma que la del espectador alejado del conflicto. Al parecer, Said y Khaled no se hacen cuestionamiento alguno de su destino. Pero es ella quien dispara el debate que ellos dos no se conceden, la que los obliga a preguntarsepara qué sirve tanta inmolación y sacrificio. Suha es hija de un héroe de la Jihad: “Preferiría que fuese menos héroe y estuviera vivo”, le dice en un momento a Khaled. Pero los argumentos de él son imbatibles: “La muerte es mejor que la inferioridad”. Khaled se burla de las organizaciones de derechos humanos en las que milita Suha.Pero ella insiste: “Las muertes son inútiles; ésta es una guerra moral”.
Esperanza. En una entrevista para la revista estadounidense Tikkun le preguntaron a Hany Abu-Assad, en estas circunstancias, dónde pone él la esperanza. “En la conciencia del pueblo judío”, contestó él. “Los judíos han sido la conciencia de la humanidad, siempre, dondequiera que hayan ido. No todos, pero muchos. La ética, la moral, ¡ellos la inventaron! Yo creo que lo que Hitler quiso fue suprimir con ellos la conciencia de la humanidad, pero no lo consiguió. Todavía está viva. Débil, pero viva. Gracias a Dios.”
fuente: http://www.stecyl.es/sociopolitica/AISPAZ/Cineclub_CCAN_Mayo_2007_Paradise.pdf
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